jueves, 13 de agosto de 2015

MUSICA COLOMBIANA “ EL VALLENATO ”


PATRIMONIO CULTURAL  INMATERIAL DE LA NACIÓN POR EL CONCEJO NACIONAL DE PATRIMONIO DEL MINISTERIO DE CULTURA

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Historia del Vallenato


Tanto el vallenato como el acordeón fueron despreciados por la aristocracia, en la época de la colonia española en Colombia. Hoy son el orgullo de todas las clases, pues con el tiempo fueron ganando terreno. Como termino, vallenato se utilizaba en forma despectiva para llamar a las personas que tenían la enfermedad de la piel (carate). Producida por la picadura de un insecto que dejaba manchas. Cuando fue que se desvirtuó su significado y se le permitió que identificara a la música de acordeón, no es claro entre los investigadores. Entre los mercaderes de la época apareció un instrumento musical de origen Alemán, que al hacer trueque de mercancías empezó a filtrarse en la cultura del pueblo. Era el acordeón, creado por Kiril Damián. Entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, existió un selecto grupo de acordeonistas algunos antecedieron a “Francisco el hombre”, de los cuales se recuerdan los nombres de José León Carrillo, Abraham Montero, Cristóbal Luquez, Agustín Montero, Francisco “chico” Bolaños y Luis Peñaranda.
LA LEYENDA VALLENATA
Esta historia, que se supone ocurrió en los albores del siglo XX, sintetiza el episodio que se convertiría, con el correr de los años, en el soporte mitológico de la música Vallenata; la derrota del diablo en un vibrante duelo de acordeón, a manos de Francisco Antonio Moscote Guerra, el campesino guajiro que se transformó en leyenda y se inmortalizó en la historia del Vallenato con el nombre de Francisco el hombre. El recuento pormenorizado de su vida, el relato de sus proezas como acordeonista, y específicamente su consagración frente al diablo, hacen parte de una serie de documentadas crónicas escritas por Ángel Acosta Medina en el Espectador (abril 82), en las que se recogen testimonios fidedignos y elocuentes sobre las andanzas del trovador, símbolo de la música Vallenata. Es probable que el encuentro con el diablo haya sido fruto de la imaginación popular, y con mayor razón si se produjo en los territorios del realismo mágico. Quizá se discuta su veracidad. Pero lo cierto es que el hecho ha servido como sustento de la leyenda y ha reafirmado la identidad de un pueblo que tiene en la música Vallenata su patrimonio cultural más valioso. Por eso, Francisco Moscote dejó de ser un modesto ayudante de recua y se tornó en un acordeonista portentoso cuya existencia quedó para siempre rodeada por una aureola de fantasía y de misterio. Su fama se extendió incluso a las páginas de la literatura: en Cien años de soledad, Gabriel García Márquez lo describe como “un anciano trotamundos de casi 200 años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo y relatando con detalles minuciosos las noticias ocurridas en los pueblos de su itinerario”. Francisco El Hombre (que probablemente nació en 1880 y murió en 1952, según los Vallenatólogos), no fue precisamente el primer acordeonista en la historia del Vallenato, pero si uno de los integrantes de esa admirable legión de pioneros que sembraron las semillas y estructuraron este género musical. Francisco Moscote fue uno de tantos trovadores en su mayoría analfabetos que, con el acordeón terciado al hombro y sin ningún tipo de acompañamiento, recorrieron de manera incansable los rincones más insospechados de la comarca, contando en sus versos sus penas y sus alegrías, relatando anécdotas personales, o expresando su amor inmenso por alguna mujer. Mientras la fama de Francisco El Hombre se regó por caseríos, veredas y pueblos, muchos acordeonistas, quizá tan diestros como él, prefirieron permanecer en el anonimato de sus hogares, dándole rienda suelta a su pasión musical. Según García Márquez, todos estos músicos primitivos eran como los juglares de la época medieval: cantaban cuando sentían la necesidad de hacerlo, después de haber sido estimulado con un hecho real. Hacían versos, ejecutaban el acordeón e interpretaban sus propias canciones. Como genero musical agrupa distintas formas de expresarse, las cuales reciben los nombres de : Piqueria: que refleja un duelo entre acordeonista el cual es calificado con aplausos para el ganador; la Puya : extremadamente rítmica y que se caracteriza por los coros con los que se responde a las estrofas de un cantador; Merengue : también rítmico, pero menos que la puya, que identifica un especifico tipo de jolgorio que tiene connotaciones sensuales y eróticas, de procedencia africana y sin ninguna relación con el merengue Dominicano; y el Paseo : el mas joven de todos. Para algunos el paseo tiene descendencia del vals, por la manera de bailarlo. En su desarrollo influyeron los desplazamientos de personas de Valledupar hacia la zona bananera en la época de su bonanza y hacia las plantaciones de algodón, donde se precisaba mucha mano de obra, incluso de gentes del interior del país. El Paseo es cadencioso y rítmico y se convirtió en el más comercial. Hoy el Vallenato ha tomado dos rumbos. Los cultores tradicionales que siguen la línea de “Francisco el hombre”, obviamente con una marcada tendencia al paseo y La Nueva Generación. A principios de los 90 se demostró que la juventud es capaz de recibir y disfrutar la tradición, cuando se le brinda en su propio lenguaje. La nueva escuela que le canta al Vallenato empezó por recuperar los clásicos del Valle de Upar, principal región donde se gesta el Vallenato y fusionarlo con el lenguaje del rock. El evento es todo un remezón a la cultura del Vallenato, pero bien aceptado pues lo sacó de su entorno regionalista y lo internacionalizó. Dentro de los cantores que acogieron la nueva línea musical se destacó Tulio Zuloaga, el más importante representante del Vallenato pop y seguro el más conocido de todos en todo el mundo es Carlos Vives






IMAGENES



VALLENATOS








PERSONAJES IMPORTANTES DE ESTE GENERO




Enrique, Leandro, Escalona y Diomedes, cuatro juglares que dijeron adiós en los últimos cinco años.
El vallenato, aquella expresión musical que hace más de dos milenios encanta con sus aires, se encuentra sumida en el dolor profundo de la muerte. En esa dejación de liras que se fueron en el alma de quienes ya no están. Quienes nunca más nos cantarán.
"El hombre que trabaja y bebe, déjenlo gozar la vida"
Enrique Díaz fue el último de una extensa lista de juglares vallenatos que en los últimos años han dicho adiós. No sin antes haber dejado un legado inquebrantable en la historia con los sucesos de sus cantos.
Díaz, quien murió a sus 69 años en la madrugada del 18 de septiembre de 2014 en Montería, se fue para alertar a todos los 'vallenateros' que sus ídolos se están marchando. Recordado por todos como un autodidacta del acordeón, compositor de trova alegre y jocosa, un "poco ordinario pa' componé" como diría su colega Iván Zuleta, dejó temas que las nuevas generaciones conocen en la voz de otros, pero que siempre pertenecieron a su particular estilo.
Fragmento de 'El rico cují', Enrique Díaz
Conozco un ganadero que tiene mucho ganado
vende novillos gordos y la plata va es para el banco
lo mira usted en la casa flaquito como un garrado
se come una comida y de eso vive apurao’
cuando no encuentra bollo se come fideo vacío
ese rico hacendado cada día vive aburrido
"Y canta el pobre Leandro Díaz, triste por la serranía"
La invidencia nunca fue un impedimento para que Leandro Díaz se convirtiera en juglar. Nació ciego y nunca necesitó ver los colores de la serranía de su amada Guajira para imaginárselos. Mucho menos necesitó ver a una mujer para cantarle al amor. Conocido como 'el de los ojos del alma', Leandro Díaz, dueño de tantos reconocimientos en la música, falleció el 22 de junio de 2013, víctima de una infección renal a sus 85 años a la 1:30 a.m (casi la misma hora en la que murió Enrique Díaz) en la Clínica del Cesar. Leandro se inició tarde en la música, pues a sus 20 años nunca había tenido la oportunidad de escuchar otro canto que no fuese el de los pájaros en su tierra natal, Lagunitas de la Sierra, un corregimiento de La Guajira. Una vez conoció al vallenato se enamoró para siempre, escribió más de 200 canciones entre las que se destaca 'Matilde Lina', su más infinito amor.
Fragmento de 'Matilde Lina', Leandro Díaz
Este paseo es de Leandro Díaz
pero parece de Emilianito
tiene los versos bien chiquiticos
y muy bajitos de melodía.
Tiene una nota bien recogida
que no parece hecho mío.
Era que estaba en el río
pensando en Matilde Lina.
"Te voy a hacer una casa en el aire solamente pa’ que vivas tú"
El 13 de mayo del 2009, Rafael Calixto Escalona, terminó de mudarse para siempre a su casa en el aire. 'El maestro', como era conocido uno de los mejores compositores y cantantes de la historia del vallenato, dejó el mundo al que le compuso cientos de canciones. Él supo conservar en sus cantos los orígenes del vallenato, el cual siempre estuvo ligado a contar anécdotas, muchas de ellas, realidades que superan a la ficción. Tal como lo expresó el periodista Juan Gossaín: "Para mí el mejor narrador de Colombia es Rafael Escalona, por encima de García Márquez. Porque lo que 'Gabo' escribía en 300 páginas, Escalona lo decía en tres minutos de una canción". 
Escalona le cantó a la vida, al amor, a la naturaleza, e incluso, a la muerte.
Fragmento de 'Jaime Molina', Rafael Escalona
Recuerdo que Jaime Molina
cuando estaba borracho ponía esta condición
que si yo moría primero él me hacía un retrato
o si él se moría primero le sacaba un son
Ahora prefiero esta condición
que él me hiciera el retrato y no sacarlo el son
"Ay, Virgen del Carmen, dame vida, dame salud, que lo demás lo resuelvo yo".
A nada le tenía más miedo Diomedes Díaz que a la muerte. Ni siquiera a los innumerables problemas que lo llevaron a circunstancias impensadas: a la cárcel por homicidio preterintencional, a vivir un año como reo ausente escondiéndose  con los indios wayúu en la Sierra Nevada por el mismo homicidio, a su adicción por las drogas y el alcohol, a su vida desordenada y amorosa, a nada. Sólo a la muerte.
Curiosamente, 'El cacique' sobreviviente de mil batallas, murió de manera impensada y ante la incredulidad de sus seguidores: ¿Quién iba a pensar que la figura vallenata más aclamada y a la vez escandalosa de la historia iba a morir tranquilamente a causa de un paro respiratorio cuando se encontraba descansando en su cama? Y así se despidió el Diomedes del realismo mágico, el que descubrió su canto espantando pájaros en grandes maizales para ganarse la vida. Murió un 22 de diciembre cuando la noche caía en su adoptiva Valledupar, ¡cuánto dolor para el pueblo!
Diomedes Díaz fue enterrado el 25 de diciembre, como si la misma Virgen del Carmen a la que tanto le pedía se hubiese querido llevar a su hijo para siempre.
Fragmento de ‘El cóndor herido’, Diomedes Diaz
Si yo pudiera alzar el vuelo
alzar el vuelo como hace el cóndor que vuela alto muy alto
me fuera lejos, pero bien lejos
a donde nadie nunca supiera del papá de Rafael Santos
Porque una pena tras otra pena están acabando conmigo
y yo por ser un hombre tan fuerte he podido resistir
Ay y no me quiero morir
porque me duelen mis hijos.






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